Los detalles cuidados pueden marcar, y mucho, la diferencia entre un evento corriente o uno espectacular. Para eso, no hace falta invertir un gran presupuesto, ni ser un experto en decoración. El famoso DIY (del inglés Do It Yourself, o “Hazlo tú mismo”), está de máxima tendencia: el encanto de lo viejo, de lo que ya ha tenido otras vidas, revitalizado para un nuevo uso, con el valor añadido de lo natural, fresco y único.
Solo hace falta darle un par de vueltas a la cabeza… Si te gusta aplicar la máxima de “menos es más”, busca siempre materiales a tu alrededor que puedan valer, y ten predisposición también para “fabricar” esos detalles tú misma. Cuando se trata de una boda con pocos invitados, o una fiesta para teenages, o un cumpleaños, o un bautizo, o una Primera Comunión, o simplemente, una cena con amigos, lo que cuenta es tener un poco de imaginación y jugar a lo temporal. Aporta color y frescura.
Vamos a poner un ejemplo. Queremos realizar una cena de verano, algo que puede apetecer mucho para la época del año en la que estamos. Pero, huyendo de los tópicos típicos de la arena, el mar, los tonos azules… Nuestra cena de verano es en un jardín, sobre el albero, rodeado de árboles centenarios y a la luz de las velas.
Partimos de la base, que el verano y la noche ya insinúan y marcan, por tanto, la línea del tipo de decoración que vamos a elegir. Pensemos: ¿Qué nos viene a la cabeza cuando imaginamos un hermoso vergel durante la época estival? Hojas, flores frescas, vajilla vintage, mesas rústicas… Ahora se trata de que pongamos en marcha todo eso, de que lo traduzcamos al lenguaje de la decoración. ¿Te gusta éste montaje de una boda celebrada por nuestro catering?